Había una vez, en un país muy lejano, una humilde partera que tuvo la oportunidad de ayudar a la reina a dar a luz. El trabajo de parto fue arduo y complicado, pero después de 3 largas horas, su majestad pudo parir a una hermosa bebé, a la que llamo Abril.
En señal de agradecimiento, el rey quiso regalarle alguno de sus objetos más preciados: joyas, piedras preciosas, lingotes de oro, monedas antiguas. Todo estaba a su disposición, solo debía elegir una cosa y llevársela. Así de simple, así de fácil, pero la partera se negó rotundamente a adquirir tan ostentosos presentes que poco tenían que ver con su estilo de vida y forma de ser.
El rey no se quería dar por vencido, estaba empecinado en devolverle el favor a la partera que había sido de tanta utilidad, pero… ¿Cuál sería el regalo perfecto para alguien que no le interesaba los lujos materiales? El rey estaba angustiado y no paraba de pensar, hasta que de repente, su reflexión fue interrumpida por el bufón del castillo.
_ Arriba el ánimo su majestad, ¿quiere que le cuente alguno de mis chistes? Estoy para servirle.
_ ¡Eso es!_ Gritó exaltado el rey_ ¡Eso es! ¡La risa!
_ ¿Qué dice su majestad? No logro entenderle.
El rey no perdió el tiempo y le explicó rápidamente al bufón cual era su cometido. El bufón se vio sorprendido cuando escucho la propuesta, pero le pareció un gesto muy noble por parte del rey.
El bufón empacó sus cosas y se fue rumbo a la casa de la partera. Cuando esta lo vio llegar, no pudo evitar reaccionar con un gran asombro. ¿Qué hacia el bufón del castillo por esas calles? ¿Acaso se habría escapado? Tenía tantas preguntas que hacerle que no sabía por cual empezar.
_ Buenos días doncella_ Saludo el bufón sacándose por un segundo su gorro con sonajeros.
_ Buenos días_ Respondió la partera con algo de incertidumbre_ ¿Qué hace por aquí?
_ Vine de parte del rey, he aquí su regalo, estoy para animarla y hacerla reír.
_ ¡¿Qué?! No, no puedo aceptarlo, no me parece justo.
_ ¿Qué cosa no le parece justa doncella?
_ Hacer reír es su trabajo y yo no tengo con que pagarle_ Explicaba la partera mientras clavaba su mirada al piso_ Soy una persona muy humilde, apenas me alcanza la comida para mi y no me parece correcto que usted me dé tanto y yo no se lo pueda devolver.
_ Doncella_ Dijo el bufón mientras se acercaba muy despacio hacia la joven y de a poco le levantaba la cabeza_ Los bufones no hacemos esto por el oro, ni por la plata, ni por todas las monedas de bronce, hacemos reír porque esa es nuestra vocación, porque nos sentimos completos al ver feliz a otra persona, y le puedo asegurar que el brillo de una sonrisa es más reluciente que cualquier diamante en bruto.
_ Conmovedoras palabras, de verdad, pero tenemos que ser realistas, algo tiene que comer, y yo ni siquiera eso le puedo brindar.
_ ¿Y quien dice que para comer se necesita comida?
_ ¿Eh? ¿Cómo dice?
_ ¿Acaso no aprendió nada de Peter Pan?
_ ¿Qué? ¿a qué se refiere?
_ ¡Comamos con imaginación!_ Contestó el bufón con gracia, haciendo de cuenta que tomaba una sopa_ ¡Uh, que rica está la sopa! ¿Quiere un poco? ¡Apúrese que se enfría!
_ Jajaja, ¡que pavo!_ Dijo la partera dejando escapar una dulce sonrisa.
_ Se resistió, pero al fin le pude robar una sonrisa_ Aclamó el bufón acercándose más y más hacia la partera.
_ Aléjese por favor_ La partera sintió de golpe algo especial hacia el bufón, pero no podía ser_ Aléjese_ Volvió a decir pero sin sacarle la mirada de encima_ Vaya en busca de algo mejor, yo no tengo nada que ofrecerle.
_ Ya se lo dije antes doncella_ Respondió el bufón sujetándola delicadamente del cuello_ Nosotros hacemos esto por vocación y…
_ Ya lo sé, pero le repito, no me parece justo que usted me dé tanto y yo no se lo pueda retribuir.
En ese momento se generó un suave silencio, como si alcanzara tan solo miradas y gestos para comunicarse. Una brisa romántica se había apoderado del ambiente. Sentían una atracción fuerte, algo especial, y a pesar del poco tiempo transcurrido, daba la sensación que se podían ver más allá de los ojos, allí, donde habita el reflejo del alma.
_ Le puedo asegurar que su sonrisa es mi mejor paga_ Susurró el bufón en la oreja de la partera.
_ Entonces, ya es hora de pagarle_ Contestó la partera besándolo apasionada y tiernamente.
El cuerpo de la partera relucía en la oscuridad que ofrecía la luz de las sombras, y bajo el anonimato de aquella noche sin testigos, ambos pudieron ofrecer sus pieles sin vestidos.
La partera observaba al bufón maravillada, sabía que detrás de su disfraz, su maquillaje y su máscara, se escondía una persona sensible, tierna, y digna de ser amada y respetada.
El bufón, por su parte, por primera vez dejo de actuar. Ya no necesitaba ser aquel sujeto desfachatado y exageradamente divertido, que llamaba la atención con mil humoradas y telas de colores. Ya no quería ser ese hombre chillón que animaba constantemente, porque se dio cuenta que a veces esta bueno contemplar en el silencio y ser animado.
La partera, acostumbrada a la dulce calma de aquel pueblo humilde, sacó a la luz su lado vivaz y divertido. El bufón, acostumbrado al vertiginoso ritmo de las comparsas de la ciudad real, sacó a luz su lado sereno y tranquilo. Ambos se fundieron en ese eterno abrazo, y ya no se sabía si juntos eran calmadamente alocados o alocadamente calmos.
---Basada en una historia casi real---